La carta de las carmelitas descalzas al presidente de la Conferencia Episcopal

En medio del conflicto que se viene desarrollando hace algunas semanas por la denuncia realizada por las Carmelitas Descalzas de la República Argentina al obispo Cargnello, ayer las mismas se manifestaron mediante una carta dirigida al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Oscar Ojea.

Cabe recordar que el hecho fue denunciado por las Carmelitas a fines de abril cuando manifestaron ser víctimas de hechos de violencia de género, psicológica, física y económica por parte del Arzobispo Mario Cargnello, del Monseñor Martín de Elizalde y de Lucio Ajalla, Sacerdote“.

Ante eso, la justicia dispuso la asignación de una custodia policial en resguardo de 15 religiosas de la orden del convento. Como así también la prohibición de acercarse a menos de 300 metros del tradicional edificio de calle Caseros, en la capital de la provincia norteña.

La carta completa:

“Estimado Monseñor:

Jesús Resucitado reine en nuestros corazones y nos llene de su paz.

Con motivo de los últimos sucesos de público conocimiento, acerca del problema acaecido entre el Sr. Arzobispo de Salta y las Carmelitas Descalzas de esa localidad, las Carmelitas Descalzas de diversos monasterios de nuestro país confiados a la solicitud pastoral de sus respectivos Obispos diocesanos, queremos expresar nuestra profunda pena por lo sucedido, mientras hacemos presente nuestra adhesión filial a la persona de nuestros Obispos, de quienes siempre hemos recibido cordiales muestras de amistoso afecto y paternidad, manifestadas en múltiples oportunidades y de diferentes modos.

Como Hermanas en la misma Orden y como Carmelitas, sin entrar en juicio sobre las partes, afirmamos que para todas nosotras es prioridad la comunión eclesial, y consideramos junto a Nuestra Madre Santa Teresa, quien tuvo como su mayor gloria el título de «hija de la Iglesia», que todas las diferencias han de resolverse como familia en el seno de la Iglesia, que posee los instrumentos necesarios y apropiados para juzgar en cada caso, y así poner el remedio que fuere necesario. Abogamos por el diálogo y no por la confrontación, que solo nos lleva a ahondar las heridas y dañar la caridad fraterna en un mundo dividido por el odio y las guerras, que espera nuestro testimonio de amor y respeto mutuos.

Desde ya, oramos intensamente por la solución de este conflicto, mientras aprovechamos para agradecer vivamente el ministerio y el afecto de todos nuestros Obispos, sus consejos, exhortaciones y enseñanzas, y les pedimos muy de corazón que nos sigan acompañando y apoyando como lo vienen haciendo hasta ahora.”

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